Al campesino.


Hombre…
tu que luchaste
y fertilizaste la tierra
con tu sudor;
y recogiste luego,
los frutos de ese mismo sudor,
no abandones la lucha
por alucinaciones.
Naciste allí.
Allí creciste.
Te hiciste hombre,
y vinieron tus hijos.
Allí.
Tu también fuiste hijo
de esa tierra
y hermano de esos arboles
y hermano de esos animales…
Pero,
llego el día,
en que te llenaron
de bambalinas la cabeza
y dejaste tu tierra,
tus hermanos, tus hijos
y pasaste a ser
la marioneta
usada en la función,
que no participo luego en el banquete…
A muchos le sucedió.
Tu no fuiste la excepción y,
dimitiste y volviste
a tu tierra,
donde ella te esperaba
de brazos abiertos
con coplas y corridos
sonando en el viento
y con caballos deseosos
de sentir otra vez tu peso
y con plantaciones amarillas
con ansias de reverdecer.
Y una mujer piel canela
con cinco pequeños
y cinco mil kilos de amor
para ti.
Hombre ¿! tuviste valor de dejar todo eso!?
De renunciar al aire puro?
A la libertad del ambiente?
A la música de la brisa nocturna?
A la noche de miles de estrellas,
de leyendas, de mitos, de amor?
A la vida?!
Hombre…
Tenias que regresar y…
 regresaste!

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