Perdón, ¿decía usted?



De cual rosa me habla usted,  señor?
Yo solo veo espinas en aquel jarrón…
Dice usted que recuerde que fue
usted quien me las regalo,
mas yo le repito
que solo veo espinas en aquel jarrón.
No pueden  haber rosas
donde no hubo sentimientos,
usted intenta comprarme,
mas yo no me vendo.
No habrán rosas en el mundo, señor,
que puedan comprar mi corazón,
no lo he vendido,
ni prestado,
tan solo lo he entregado…
Y, de las rosas que usted me habla
color ni pétalos le ví,
tan solo quedaron espinas
en aquel jarrón.
Y hubo un tarde con brisas,
y la risa quebró el jarrón,
las espinas quedaron esparcidas
por los rincones de aquel salón…
Señor, yo le recuerdo: solo veía
espinas en aquel jarrón…

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