A usted señor...


Es a usted señor
que está sentado allí
y juzga que la lámpara
que le alumbra
es una estrella
sobre su cabeza.
Usted, señor,
que por creerse
allá arriba, cree poder ver
desde arriba
¡Mentira, señor!
Lo único que a usted
le falta
es la lira
y ver como la ciudad
se quema...
Romántico, ¿Verdad?
Señor, descienda un poco,
aunque sea lento
y torpe (nunca ha descendido)
Descienda...
Lo entendemos, señor
despacito...
Entonces vea el rostro
de su gente;
véale los ojos tristes,
de mirada cansada;
mírele sus manos,
son callos, señor, callos...
Véales sus hijos
barrigoncitos, señor, barrigoncitos...
No se preocupe
si se le ensucian 
los zapatos con barro
aquí moran "limpiabotas"...
Pase adelante,
en una hamaca
duermen dos o tres
¡Cuidado!
Cuidé el paltó,
casi se llena de hollín,
ande con cautela, señor...
¿Señor se da cuenta usted
que cuando usted
desciende
esos escalones
tan difíciles de subir
es que usted conoce
a su gente?
No tome la lira
ni deje que la ciudad 
se queme...

Lucila María De Franca Rodríguez

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